Cuando todo era más fácil

Suena la música en mi habitación una y otra vez mientras yo estoy sentada en el ordenador. Últimamente me sobra el preciado tiempo que antes tanto añoraba, y aprovecho para deleitarme en cosas inútiles, como la profunda y masculina voz de Scott Stapp, quien repite una vez tras otra todas las canciones para mí.

Es entonces cuando recuerdo las tardes de los 12 a los 15 años sentada ante la radio y escuchándola como loca porque había algo mágico en ella que me atraía como un imán. Era la época en la que todos los sueños estaban permitidos.

Me las arregle para ir al Fan Club de los 40 Principales sólo para ver cómo era una emisora por dentro, porque quería preguntarle a Elsa, la locutora, qué tenía que hacer para trabajar allí. Sabía que ninguna niña tonta había hablado de los Boyzone, así que los utilicé para plantarme en el sitio. Recuerdo que casi lloro cuando me dejó el mensaje en el contestador de casa para decirme que estarían encantados de que fuera.

Elsa fue súper simpática conmigo. Tras cumplir con los dos o tres días en los que estuve en la emisora hablando en el Fan Club (no sé si os acordáis de ese programa, que era de lunes a viernes de 20.30 a 21.00), yo le dije que quería ser locutora y me escuchó, me hizo caso, y me pidió una maqueta. Me dijo que presentara un disco y se lo enseñara. Vencí la timidez y la vergüenza y estuve una semana entera con el micrófono y el radiocasette hablando una y otra vez de los Boyzone, dando detalles de sus canciones… Todo para que ella me escuchara y me evaluara.

¿Y sabéis que pasó? Que tras unas semanas de desesperación en las que no me llamaba (pensé que pasaría de mí), un día sonó el teléfono y me contó que le gustó. Y mucho. Me dio muchos ánimos. Me dijo que esperaba encontrarme más sosa, pero no. Que su madre la había escuchado con ella (Elsa estaba embarazada y cuando le llevé la cinta a la radio su madre la había ido a esperar), y que a su madre yo le había hecho gracia. ¡Qué ilusión! Me dijo que su marido era coordinador de varias emisoras, y que a ver si yo podía entrar como ayudante de algo, pero claro, que con 15 años lo más seguro es que no pudieran cogerme, porque era menor de edad.

Os cuento esto sencillamente porque me he acordado. Iba a hablar de otra cosa. Iba a hablar de que, mientras escucho a Scott Stapp, cantante de Creed, tengo la misma sensación que cuando era más pequeña y me enamoraba platónicamente – e intensamente- de mis grupos favoritos.

Iba a contaros por qué me gusta tanto Scott Stapp e iba a hablar del atractivo de los macarras, pero, ¿sabéis qué? Lo dejaré para otro post. Me apetece quedarme con el dulce sabor de la ilusión de esos 15 años, en los que todo parecía mucho más fácil y cualquier cosa te hacía intensamente feliz…