Este
post iba a versar sobre la locura de querer llegar a todo, de querer hacer
todas las cosas que se nos pasan por la cabeza, las que anhelamos, las que nos
apetecen, las que imaginábamos de (más) jóvenes, junto con las que debemos
hacer, las que nos hemos autoimpuesto y las que necesitamos hacer.
Pero
al escribir el título, “la locura de querer”, me ha gustado más la otra versión
que podía hacer del post, en lugar de escribir de esa temática tan estresante,
la verdad, y que, además, es muy recurrente en mí. Parece que mi subconsciente
realmente quiere que hable del otro “querer”, ese de las parejas.
Pues
sí, querer es una locura. Entiéndase por locura tanto la pérdida de capacidad
de gobernarse a uno mismo como la vorágine de cambios que desencadena en la
vida de uno, en el sentido positivo cuando el querer es correspondido y en el
negativo cuando (lógico) no es correspondido.
Curiosa
y cruelmente, cuando ya estás emparejada y todo va bien, te parece (falsamente)
que todo el mundo si quisiera realmente podría tener lo mismo, que no ha sido
tan difícil conseguir ser feliz con una pareja y que resulta que todo es
cuestión de ver más allá de lo superficial, cuestión de compartir y coincidir
en las cosas más llanas y sencillas de la vida, esas que nos atan al suelo, las
que configuran el día a día, así como de compartir el simple amor a la vida
misma.
Sin
embargo, no sucede así, no es fácil y yo me sigo preguntando por qué, ¿por qué
no todo el mundo que quiere tener pareja la encuentra?
Asímismo,
cuando estás bien con tu pareja y ves que el 99% de los días estais genial,
también eres consciente de que lo que hoy va bien mañana puede ir fatal, por lo
cual, aún valoras más cada momento y sacas felicidad de las cosas más nimias, dejas de querer controlar cada cosa que
sucede, cada acción y pensamiento de la otra persona y aprecias todo como un
tesoro. Aunque el restante 1% de los días puedes querer meterle fuego a la casa
con el otro dentro, pero bueno, es un mísero 1% que se olvida fácil…
Si
querer, al fin y al cabo, es dar amor y ser feliz dándolo y también
recibiéndolo, ¿por qué además del mero amor que podemos llegar a recibir,
necesitamos el “plus” de amistad-atracción-complicidad-planificación-de-futuro?
Así
está claro que es una locura llegar a querer o que nos quieran. No digo que
haya que emparejarse con un amigo o una mascota, que evidentemente sí, nos
quieren. Tiene que haber ese algo más, el famoso “llámalo X”. Tampoco estoy tratando
de dar consejos, pero desde este nuevo punto de vista que tengo desde un tiempo
a esta parte, me limito a observar y tratar de llegar a alguna conclusión.
En
base a esta observación, voy deduciendo ciertas cosas que, puede que sí, puede
que no, puedan servir para sentar generalidades.
Por
ejemplo, he observado que a la gente con personalidades complicadas les cuesta
más llevar a buen término una relación de pareja. También he observado que a
las personas inseguras y con baja autoestima también les cuesta empezar una
relación y cuando lo consiguen, bien terminan siendo manipuladas por la otra
persona para el resto de su vida o bien se dan cuenta a tiempo y la cosa se
acaba. La gente que empieza una relación por necesidad emocional o por interés,
también acaba mal.
Es
verdad que mantener una relación durante años requiere momentos de mucha
paciencia y de determinación por ambas partes de querer salir adelante, en pro
de los buenos y felices momentos y de los proyectos en común. Pero es que antes
de llegar al punto de aprender a “mantener” la relación, es necesario el punto
de “llegar a conseguir una relación”.
También
he observado que cuanto más se obsesiona uno por encontrar pareja, más alejado
se encuentra de tenerla, parece que los posibles candidatos que revolotean
captan esa necesidad por algún tema sensorial, hormonal o vete a saber qué.
Por
otra parte, no hay que perder la paciencia. En términos estadísticos, cuantos
más encuentros con emparejables provoquemos, más probable será que congeniemos
con uno de ellos. El método “ensayo-error” es muy útil y se sigue utilizando en
ciertas investigaciones de algunos sectores en los cuales aún no se ha
desarrollado la tecnología suficiente para discernir los factores válidos de
los desechables.
Conclusión:
cuantas más personas conocemos y más despreocupados estamos por todo y en
especial por el hecho de tener pareja o no tenerla, más probable parece la
posibilidad de tropezarnos con alguien igualmente despreocupado y que de
repente se siente a gusto a nuestro lado, tanto como para querer repetir y
conocernos más.
Por
el contrario, desde el punto de vista de los no emparejados, parece que el
tener pareja estable y estar bien con ella es la caña de España. Efectivamente,
es una satisfacción y es otro pilar importante en la vida, una vez que se
tiene. Hay que saber cuidarlo y conservarlo. Pero también acarrea nuevos
sentimientos de responsabilidad y nuevas necesidades de adaptación, que,
normalmente, si las dos personas se quieren y desean seguir juntas, se asumen y
llevan a cabo sin problema y con ilusión. A la vez, aparecen sentimientos de
culpabilidad hacia los amigos, a los que no les puedes dedicar todo el tiempo
que sería deseable, porque el día tiene 24 horas y normalmente, el hecho de
emparejarse y convivir conlleva nuevas tareas.
Para
aquellos que no tienen pareja y tienen ganas de tenerla os digo que, cuando
sale bien, mientras está saliendo bien, realmente, vale la pena y se es feliz.
Pero
también os digo que cuando no se tiene ni se ha tenido, también se es feliz.
Tener
pareja es un estado, no es un acceso único a un estadio superior y privilegiado
de la vida. La soledad también puede ser una aliada y un tesoro poco valorado: el
de la independencia y la libertad de saber que tus decisiones no harán daño ni
afectarán a otra persona, sean cuales sean.
A.L.
Un post de lo más interesante y completito.
ResponderEliminarNo sólo me ha gustado sino que además me ha encantado; me has dejado sin palabras.
Se tenga o no pareja la cuestión es saber disfrutar del momento y de lo que se tiene.
Hay que ver siempre el lado positivo de la vida, ver el vaso medio lleno y no al revés porque nunca se sabe la de vueltas que puede dar la vida y hay que saber aprovechar cada instante con las personas que quieres.
Hay que mirar siempre al frente con optimismo y asumiendo los errores y los aciertos que se toman y la manera de vivir y de ver las cosas.
Respetando y no haciendo daño.
Menos mal que me había queadado sin palabras jajajjajajaja.
Enhorabuena por este post.