
El vampiro camina entre nosotras, pero no con la majestuosidad y la elegancia del príncipe transilvano a las que estamos acostumbradas, no con sus modales elegantes y refinados, envueltos en sedas vaporosas, ricos brocados y aroma a orquídeas; no con sus afilados caninos destilando esencia carmesí y erotismo a partes iguales... nada de eso.
El vampiro moderno sólo es atrayente para la persona que ha caído en su hechizo, y en lugar de condenarla a una vida eterna, la consume poco a poco hasta extinguirla, como una débil llama sin oxígeno.
Huid de él como podríais huir de la más terrible enfermedad contagiosa, pues las pústulas de sus palabras maliciosas son su vehículo transmisor, y su gran sentimiento de inferioridad el reservorio de su toxicidad infecta.
Huid de él cuanto podáis, y si alguna vez caéis bajo su influjo, espero que conservéis un atisbo de cordura para poder escapar, puesto que haréis caso omiso al resto del mundo que no ve a vuestro vampiro como el perfecto caballero que creéis, en vuestra imaginada desmerecida suerte, tener al lado; sino como el parásito del último hálito de lo que ha sido siempre vuestra vida.
Una vez fui la consorte de un vampiro. Sin darme cuenta, me envolvió en una espiral de rutina que nunca me había gustado, pero que yo aceptaba como la mejor para mí. Poco a poco fue cambiando mi forma de pensar, hasta hacerme aborrecer lo que más quería y adorar lo que más aborrecía, mientras la gente a mi alrededor pasaba de la estupefacción al abatimiento más profundo ante mis comportamientos.
Mi vampiro quiso controlar mi forma de vestir, de actuar, de relacionarme con los demás, haciéndome creer que mi manera de vivir hasta ahora no estaba de acorde con mi edad y posición, haciéndome ver que lo único que había sido hasta ahora era una irresponsable alocada y desvergonzada, y que debía comportarme como una mujer sensata, comedida y sumisa... su perfecta mujer, en la que poco a poco y sin darme cuenta fui convirtiéndome mientras no me daba cuenta de que perdía vitalidad, optimismo, alegría y todas las ganas de vivir que había almacenado en estos años.
Me quedé en la reserva de la esperanza, en números rojos de sueños, en cifras negativas de ilusiones, mientras él cada vez tomaba más protagonismo en los círculos donde antes era yo la estrella, disertando atropelladamente mientras yo callaba, brillando mientras yo me apagaba.
Lo peor es que yo era feliz. Feliz con las míseras concesiones que me hacía, feliz con sus desplantes, con sus críticas, con su falta total de sentimientos, queriendo incluso ser la roca a la que él pudiera agarrarse para no ahogarse... cuando yo no sabía que ya me tenía a tres metros bajo el agua y usándome como apoyo para ascender por encima de mí.
Afortunadamente, pude despertar de mi pesadilla y abrí los ojos. Comencé a ver, a escuchar las voces de los que me querían, y a sentir por primera vez en mucho tiempo lo que era la vida. Creo que si hubiera tardado un poco más en hacerlo, el proceso hubiera sido totalmente irreversible, y me habría condenado a una existencia vacía y sin luz al lado de un déspota manipulador, que había captado toda mi energía, toda mi vida, toda mi esencia, y los había transformado en su carroña particular, que devoraba con ansia y desprecio mientras yo moría de hambre...
Y ahora que lo sabéis os digo: Mirad a quién tenéis al lado.. y luego mirad a vuestro alrededor, a la cara de vuestros amigos, de vuestros padres, de vuestros compañeros de trabajo. Volved a mirad a quién tenéis al lado, y después miraos al espejo. Si al comprobar lo maravillosas y enrevesadamente preciosas que os veis no sois capaces de sonreír, es que tenéis a un vampiro cerca...
Si tenéis la desgracia de que esto os esté ocurriendo... sólo puedo rezar a los dioses para que despertéis.
RAQUEL