Me encantaría conocer a esas personas que formaron parte de mi familia y que se fueron antes de que yo creciera y fuera más adulta, porque ahora podría entenderlas mejor, podría preguntarles cosas que se han quedado en el tintero y, sobre todo, sabría disfrutarlas.
También querría, si tuviera la oportunidad, decirle a una de ellas que siento muchísimo haberle tenido miedo y asco mal disimulado. Por más que me quiera esforzar no siento cariño, porque nunca lo tuve, pero ahora siento lástima y pena por todo el drama en el que se convirtió su vida, y querría que le llegase un profundo y sincero "lo siento tanto todo" que no serviría absolutamente de nada, pero que no estaría de más que lo supiera.
Para terminar, y sin tener nada que ver, me pregunto si es normal que las ilusiones no evolucionen con el tiempo, porque tengo una alarmante semejanza con la que era yo a los 12, a los 16, a los 21 y ahora a los 28. Me pasa igual con los miedos. Me hago más mayor por fuera, pero por dentro sigo cojeando del mismo pie, y tengo la sensación de que mi síndrome Disney es incurable.
Estas son mis alegres reflexiones del último domingo de enero. Siento si os he deprimido, jajajaj. Mi próximo post irá de lo mucho que me pone Anthony Kiedis, el cantante de los Red Hot Chili Peppers (pero sin bigote y con el pelo más largo), de lo poco que me pone ya Scott Stap (cantante de Creed) debido a las tonterías que dice, y de mi duda de si Ronan Keating (cantante de Boyzone e ideal de belleza aria masculina para mí) se está quedando calvo o no.
Ciao Bellas.
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