PERO SOBRE TODO CELEBRAR QUE HAN PASADO 366 DÍAS CON TODO TIPO DE SITUACIONES Y EMOCIONES Y QUE AÚN TENEMOS LAS FUERZAS Y GANAS PARA SEGUIR ADELANTE CON LOS 365 DÍAS QUE TENEMOS A NUESTROS PIES Y MEJORAR LO VIVIDO. Y DAR GRACIAS POR LO QUE TENEMOS. BRINDAR POR EL AMOR Y EL DESAMOR, POR LOS SUEÑOS Y LAS BRUCES QUE NOS DAREMOS, ... ANTE TODO DISFRUTAR AL MÁXIMO QUE LA VIDA SON DOS DÍAS.
miércoles, 31 de diciembre de 2008
FELIZ AÑO 2009
PERO SOBRE TODO CELEBRAR QUE HAN PASADO 366 DÍAS CON TODO TIPO DE SITUACIONES Y EMOCIONES Y QUE AÚN TENEMOS LAS FUERZAS Y GANAS PARA SEGUIR ADELANTE CON LOS 365 DÍAS QUE TENEMOS A NUESTROS PIES Y MEJORAR LO VIVIDO. Y DAR GRACIAS POR LO QUE TENEMOS. BRINDAR POR EL AMOR Y EL DESAMOR, POR LOS SUEÑOS Y LAS BRUCES QUE NOS DAREMOS, ... ANTE TODO DISFRUTAR AL MÁXIMO QUE LA VIDA SON DOS DÍAS.
martes, 16 de diciembre de 2008
EL ROMANTICISMO EN HORAS BAJAS
¿Porque las mujeres aspiramos al romanticismo si los hombres no son muy dados al mismo? ¿Qué poder superior y malvado nos ha metido esos conceptos románticos en la cabeza, sabiendo que es muy difícil alcanzarlos? No se si soy yo y mi entorno, o es algo común a todas las mujeres, a todas nos gustan los hombres galantes, atentos, cariñosos, que manifiesten sin ningún pudor su amor por ti, que te hagan sentir que tú eres especial, que te sorprendan cualquier día con un detalle, y no hace falta que sea una joya, un perfume o una flores, basta con que te compren una palmera de chocolate en tu confitería favorita sólo porque sabe que a ti te gusta, y tú con ese simple detalle sabes que él piensa en ti, que te conoce, que te quiere, y ya está. Quizás este ejemplo sea muy tonto, pero tal y como está el romanticismo masculino hoy día, creo que todas nos conformaríamos con que nos regalasen nuestras magdalenas favoritas con un lacito, de vez en cuando.
A las mujeres sin embargo nos gusta estar pendientes de los más mínimos detalles, saber que les gusta, que les hace ilusión, y como lo tenemos más en el pensamiento, cualquier chorrada que vemos nos recuerda a él y pensamos lo mono que estaría o la ilusión que le podría hacer. Aunque hay que reconocer que esa inspiración se pierde cuando vas a comprarle un regalo a propósito porque es un cumpleaños, unas navidades o un aniversario, en esos momentos sabes que se espera un regalo de ti y toda la presión del mundo recae sobre ese regalo, que pretendes sea el regalo ideal. Por eso a mi los regalos que más me gusta hacer son los regalos espontáneos, no se espera nada de ti y por tanto cualquier cosa que entregues es apreciada.
En fin, empecé hablando de romanticismo y he acabado hablando de regalos, y nada más lejos de mi intención que mercantilizar el amor, yo cambio cualquier regalo por una verdadera demostración de afecto.
Concluyendo amigas, me temo que los argumentos de las peliculas de Meg Ryan no existen en la vida real,y que quizás las tramas de sexo en Nueva York son mas parecidas a la vida real, pero con el handicap de que allí está la quinta avenida, y aquí Calle Nueva. Muy triste la verdad...
Elena M.
lunes, 15 de diciembre de 2008
NAVIDAD DULCE NAVIDAD
Que las Navidades ya están aquí es un decir, los turrones empezaron a mediados o finales de Septiembre, los anuncios de juguetes para niños hace un mes y las luces de navidad de las ciudades están encendidas desde hace una semana y media aproximadamente. Sí ya lo dice le refranero español: “Las prisas nunca son buenas”. Para qué tanto correr cómo si en ello se nos fuera la vida. Hay que vivir la vida tranquilamente, disfrutarla, aprovechar los buenos momentos y darle a cada cosa su sitio y su tiempo.
Aún recuerdo de vez en cuando con cierta nostalgia las Navidades siendo niña. Como casi todos nos las prometíamos felices y sin problemas. Llegaban las vacaciones de Navidad y recuerdo la ilusión con la que vivía y disfrutaba estas vacaciones. Las luces, la gente cantando villancicos, la foto con el paje de los Reyes Magos, escribir la carta, las reuniones familiares, las películas y dibujos que ponían y reponían a todas horas en la tele que año tras año y disfrutábamos como locos (Los Goonies mi preferida), los nervios al poner los zapatos bajo el árbol esperando a abrir los regalos muy temprano en la mañana,… en definitiva la inocencia con la que vivíamos aquella época en la que todo salía a la perfección.
C.A.C.
domingo, 14 de diciembre de 2008
Esclavos de lo bueno
Me compro un jerséy nuevo y sufro cada vez que el bolso, el abrigo, o el cinturón lo rozan más de lo debido.
Conduzco mi coche nuevo y si no encuentro el aparcamiento perfecto soy incapaz de dejarlo ahí estacionado, y, además, se me olvida cómo hacía yo para meter el anterior coche en cualquier hueco con tanta soltura.
Me regalan el perfume que más me gusta y sufro cada vez que me lo echo porque voy viendo cómo disminuye la cantidad, así que decido dejarlo solo para ocasiones especiales.
Paso de poner encima el vaso de agua en la mesilla de noche recién comprada porque si se cae la moja y la estropea.
Por fin encuentro un trabajo que me satisface, pero quiero demostrar tanto que valgo y lo merezco, que hago sobreesfuerzos para hacer ver que es justo que me dieran a mí el puesto.
Encuentro un hombre al que amo y que me ama y tiemblo cada vez que imagino que nuestra relación se puede acabar, y me pregunto qué sentido daría a mi vida si él se fuera de mi lado.
En fin... Es imposible separar la alegría de lo bueno con el miedo a perderlo.
Ana
viernes, 12 de diciembre de 2008
HE APRENDIDO
He aprendido que... nadies perfecto hasta que no te enamoras.
He aprendido que… la vida es dura pero ¡¡yo lo soy más!!.
He aprendido que...las oportunidades no se pierden nunca, las que tu dejas marchar las aprovecha otro.
He aprendido que...cuando siembras rencor y amargura la felicidad se va a otra parte.
He aprendido que... necesitaría usar siempre palabras buenas porque mañana quizás se tienen que tragar.
He aprendido que... una sonrisa es un modo económico para mejorar tu aspecto.
He aprendido que... no puedo elegir como me siento pero siempre puedo hacer algo.
He aprendido que...cuando tu hijo recién nacido tiene tu dedo en su puñito te tiene enganchadoa la vida.
He aprendido que...todos quieren vivir en la cima de la montaña pero toda la felicidad pasa mientras la escalas.
He aprendido que...se necesita gozar del viaje y no pensar sólo en la meta.
He aprendido que...es mejor dar consejos sólo en dos circunstancias cuando son pedidos ycuando de ello depende la vida.
He aprendido que...cuanto menos tiempo derrocho más cosas hago.
CADA PRINCESA NECESITA UN PRÍNCIPE
martes, 2 de diciembre de 2008
EXISTENCIA VACÍA
No había nada que la hiciera sentir mejor o la menos calmar el vacío que padecía en su ser. Querría salir corriendo, cambiar de vida a pesar de que lo tenía todo, salir huyendo sin mirar atrás. Era cobarde. Se sentía como una cobarde al pensar la terrible sensación que podría causar si se marchaba sin decir nada, pensaba que no podría salir delante de la sensación de caída libre hacía un punto donde la luz no llegaba que la embargaba, la asfixiaba. Quería salir de aquella situación pero no podía, se veía a sí misma tratando de luchar por olvidar esa situación, notaba como si algo le oprimiera el corazón haciéndola sentir inferior, una basura que no servía para nada sólo para hacer reír, acompañar, escuchar o simplemente estar presente en una estancia.
Aunque estuviese de acuerdo con lo que se dijera o en contra lo que fuese a decir no tuviera valor, no tuviera sentido y la hicieran sentir que era mejor no abrir la boca y mucho menos para decir chorradas que no venían a cuento de nada. Simplemente estaba. A menudo parecía estar fuera de su cuerpo viendo pasar las cosas, su vida por delante y desde otra perspectiva vacilante y superior veía lo que pasaba delante de sus narices y a pesar de saber que nada de lo que su mente y corazón parecían pensar y sentir era real y completamente absurdo, sin sentido. No pertenecía a ninguna parte, sus raíces, lo único que la podía sostener con aliento se esfumaba como por arte de magia.
Desde hace un par de años más o menos Las drogas y la mala vida que llevaba desde entonces, no le permitían ver a Lucía que había una salida; sólo si ella quería lo podría conseguir, reconocer que tenía un problema y que necesitaba ayuda. Era tan orgullosa, tan autosuficientes, tan independiente que parecía no necesitar nada y a nadie aunque fuese totalmente erróneo.
El caos que reinaba en su mente y el infierno en que se había convertido su vida tenían la esperanza de convertirse en algo nuevo y diferente, una vida nueva exenta de lujos pero una vida nueva donde todos los que la amaban la esperaban con los brazos abiertos. Todo dependía de que ella viera por sí misma que la vida le podía ofrecer una nueva oportunidad. Sólo tenía que extender la mano y decirlo, gritar que necesitaba auxilio. Y la ayuda que necesitaba entraría en cuestión de segundos.
Hace poco más de un mes Lucía fue hallada en las afueras de la ciudad. Llegó al hospital con un hilo de vida insuficiente para que los médicos pudieran hacer algo por salvarla. Su frágil y delicado cuerpo no resistió esta última batalla que intentaba librar a pesar de tener un corazón fuerte y luchador. Las fuerzas le fallaron y las pocas ganas de vivir precipitaron este trágico final hacia lo inevitable. Una familia destrozada por un vicio ruin que se apodero de una vida joven que tenía toda una vida por delante para disfrutarla a pesar de que ésta pudiera mandar algún que otro revés. Unos días después de su entierro un notario les hizo entrega a la familia una carta que en uno de sus últimos momentos de lucidez consiguió hacer de tripas corazón y tener el suficiente coraje para escribirla, dirigida a su familia y amigos donde pedía perdón por el daño causado a propios y extraños y suplicaba clemencia por haber sido débil de mente y no valorar suficiente lo que la vida le había regalado. Todo había empezado como un juego con el que obtener cierta gratificación aparente, igual que con un hábito. Pero más temprano que tarde todo empezó a tener consecuencias negativas en su vida. Las conductas adictivas producen placer, alivio y otras compensaciones a corto plazo, pero provocan dolor, desastre, desolación y multitud de problemas a medio plazo. No supo cómo ni porqué ni siquiera pudo salir pero sobre todo pedía perdón.
lunes, 1 de diciembre de 2008
El arte de Abrazar
15 RAZONES POR LAS QUE EL CHOCOLATE ES MEJOR QUE LOS HOMBRES
Hoy es Lunes. Lunes frío y tedioso, lleno de trabajo, al menos para mí, así que he decidido empezar el día escribiendo una tontería mañanera para hacer más llevadero todo lo que se avecina. Un día leí en una revista del campus, allá por finales de los noventa, cuando estudiaba mi carrera, un escrito de un soplapollas de mi clase (sí, he dicho soplapollas, y con razón), en el que relataba las 10 razones por las que la cerveza era mejor que las mujeres. Sus 10 razones se basaban en frases misóginas, ofensivas y crueles, por lo que me enervé soberanamente y contraataqué con lo que escribo aquí. Cuando fue publicado, he de decir que recibí felicitaciones de muchas chicas, y con eso, me doy por satisfecha. No es que vaya a cambiar el mundo por ello, pero... y lo que me río?
Besos
Raquel
15 RAZONES POR LAS QUE EL CHOCOLATE ES MEJOR QUE LOS HOMBRES
1 - El chocolate siempre huele bien
2 - Puedes disfrutar de él a la vez que ves una película en el cine, sin tener que perderte el final.
3 - Después de tomar chocolate, te queda un sabor dulce en la boca
4 - El chocolate no tiene pelos
5- Puedes cambiar de marca de chocolate siempre que quieras, o incluso dejar que tus amigas lo disfruten contigo, sin parecer una puta o una cornuda.
6 - El chocolate es suave, no te provoca heridas labiales
7 - Cuanto más chocolate tomas, más te gusta
8 - El mejor momento para disfrutarlo es cuando estás en casa sin arreglar
9 - Al chocolate no le importa que seas muy inteligente
10 - El chocolate siempre suele estar duro, aunque puedes moldearlo a tu gusto muy rápidamente
11 - Abusar del chocolate no provoca lesiones vaginales
12 - En el 95% de los chocolates, el interior es lo mejor
13 - El chocolate te acompañará donde quieras sin montarte un numerito o darte una excusa tonta. Nunca dirá que prefiere conducir él
14 - Las manchas que deja el chocolate se quitan con facilidad, y da gusto chupetearlas.
15 - Si no te apetece acabar con toda la tableta, y dejas el final para otro día, al chocolate no le importará
viernes, 28 de noviembre de 2008
LA IMPASIVIDAD ANTE LAS MISERIAS DEL MUNDO
Los seres humanos (a veces llamados genéricamente hombres) constituyen, desde el punto de vista biológico, una sola especie animal: Homo sapiens. El Homo sapiens pertenece a una estirpe de Primates, los hominoideos (acudir a
SIGLO XXI EL HOMO SAPIENS SE HA CONVERTIDO EN UN SER IMPASIBLE, CIEGO, DESPRECIABLE, INHUMANO. UN ANIMAL DE COSTUMBRES DEJADAS DE LADO EN UN RINCÓN DE UN ARCÓN EN UN VIEJO DESVÁN DEL CORAZÓN IMPÁVIDO LLENO DE AMARGURA QUE RIGE EL DÍA A DÍA DE UNA VIDA VACÍA.
EL HAMBRE, CADA DÍA HAY MÁS Y MÁS GENTE QUE PASA HAMBRE EN EL MUNDO Y AL LADO DE CADA UNO, AL A VUELTA DE
DROGAS LAS CUALES SE PUEDEN ENCONTRAR A
CALENTAMIENTO GLOBAL FENÓMENO QUE ESTUDIA LOS CAMBIOS DE TEMPERATURA EN EL PLANETA Y PROVOCA DESASTRES AYUDADOS POR
CONSUMISMO TÉRMINO QUE ESTÁ MUY DE MODA EN LOS ÚLTIMOS AÑOS INTENTAMOS IGUALAR
TERRORISMO UNA LACRA SOCIAL QUE INTENTA IMPONER SU VOLUNTAD A
Y UN LARGO ETC SON LAS NOTICIAS QUE A DIARIO LLEGAN A NUESTRAS MANOS, QUE VEMOS EN
NO SÉ PORQUÉ TENGO
PARA FINALIZAR ME QUEDO CON UNA FRASE QUE ESCRIBE MERCEDES MILÁ EN SU BLOG RESPECTO AL MALTRATO INFANTIL Y QUE BIEN SE PODRÍA APLICAR A CUALQUIER MISERIA: “Muy de vez en cuando y sólo cuando el daño es brutal e irreversible son portada”.
C. A. C.
jueves, 27 de noviembre de 2008
QUIZÁ MAÑANA...
LOS MERODEADORES (FINAL)
Cuando desperté otra vez, ya era de noche. El dolor que sentía era ahora más fuerte y lacerante, y parecía que cada músculo de mi cuerpo se había convertido en un pedazo de carne apaleada. Intenté desesperadamente quitarme el cinturón de seguridad a pesar de que cada movimiento me suponía un horrible sufrimiento. Sangraba por una pierna y no podía mover el brazo izquierdo, que ahora estaba mucho más inflamado y presentaba zonas amoratadas. Intenté inútilmente apretar el botón para liberarme pero no podía hacer la suficiente fuerza con los dedos. Comencé a llorar porque el miedo irrumpió de repente en mi consciencia. Sólo quería salir de allí, y arrastrarme en busca de ayuda.
Entonces, comencé a escuchar unos crujidos fuera del coche, y mi miedo se convirtió en pavor.
Conseguí liberarme del cinturón y al intentar abrir la puerta, me encontré con que la cerradura estaba bloqueada. Mis lágrimas eran ahora un llanto desesperado y agónico, y cuando volví a escuchar ruidos allí fuera, creí que la cabeza me estallaría. Me tapé la boca emitiendo hipidos entrecortados mientras los ojos en alerta parecían que se me iban a salir de las órbitas.
Tenía que salir de allí como fuese, y estaba segura de que me iba la vida en ello. Tenía que llegar a la puerta del copiloto, así que comencé a desplazar la mitad superior de mi cuerpo hacia el otro lado. El ruido se escuchaba ahora más cerca, ya podía percibir esos gañidos que tantos recuerdos horribles me traían, pero por más que intentaba tirar de mis piernas hacia mi salvación, éstas no respondían.
Ahora pienso que quizá el conejo no huía de un depredador cualquiera, sino de ellos. Quizá ahora no le teman a la luz y no les importe acechar a sus víctimas cuando el sol está en todo lo alto, porque ya no se alimentan de cadáveres, porque ahora necesitan carne viva y sangre caliente, porque ya no les basta con lo que encuentran en la carretera, y ahora se han convertido en cazadores. Sólo puedo llorar, sin importarme el hacer ruido, porque ellos ya saben que estoy aquí. Mientras me agarro al asidero de la guantera e intento mover inútilmente mis piernas muertas, los escucho al otro lado del coche, arañando y gorgoteando, y creo que estoy dándome cuenta de que todo ha llegado al final.
Ya están aquí.
FIN
martes, 25 de noviembre de 2008
Yo te soñé... (post pastel)
Por eso me dejas que te roce con la punta de los dedos, pero cuando cierro las manos, te escabulles entre ellos.
Te me apareces como Todopoderoso pero eres frágil como el cristal. Cuando te arranco de tu mundo te marchitas, y lo único tangible que me dejas es el vacío que se apodera de mí.
Por eso ya no te persigo. Ni siquiera trato de alcanzarte.
Porque sé que la única forma de que no te desintegres es esperar a que te transformes.
Pero, mientras espero a que la Alquimia funcione, yo deseo que llegues fervientemente… Aunque solo sea a ratos.
Ana
25 DE NOVIEMBRE
E.M.
NOVELAS CON GANCHO
Creo que puedo decir que he leído bastante, y si lo he hecho, es porque sin duda, para mí, la lectura es un placer más de la vida como lo puede ser el chocolate, y como éste, lo hay de todas las clases, hay algunos muy apetitosos a la vista, que luego, cuando llegas a saborearlo te decepciona y te puede llegar a dejar un mal regusto, o simplemente dejarte indiferente. Pero en eso radica el encanto de las novelas, cuando la empiezas nunca sabes como va a acabar ni el poso que va a dejar en ti.
La razón de este post no es otra que compartir con vosotras mi último bombón exquisito, con el que he recuperado mi voracidad lectora, y es que cuando una novela te engancha no puedes dejar de leerla hasta finalizarla. Ésta última novela que he leído se titula “Los Hombres que no amaban a las mujeres”, está escrita por un escritor sueco Stieg Larson, el cual falleció una semana después de entregar la última parte de la trilogía que comienza con esta novela, y el cual no ha podido disfrutar del fenómeno que ha causado su novela en el mundo. La novela se ha convertido en un best seller, se que eso hace que le reste categoría a la misma, pero a mi me da igual lo que opinen los elitistas que restan importancia a una novela en función de sus ventas. Yo sólo lo juzgo desde mi punto de vista y a mi me ha proporcionado sin lugar a dudas un gran placer, durante los cuatro días que tarde en leer la novela, no veía el momento de llegar a casa y continuar con mi pijama y mi batita la lectura de la misma.
No soy una crítica literaria, para mi gusto la novela está bien escrita, la narración consigue que te sumerjas en el paisaje, la historia y los personajes, y consigas una imagen vívida de todo ello. La historia está bien hilada y el final no deja ningún cabo suelto, con su epílogo incluido. No será la mejor novela de la historia, pero sin lugar a dudas te engancha, y esa es mi cualidad favorita en una novela.
En la actualidad, siguiendo con la anarquía lectora que me caracteriza estoy leyendo un clásico de la literatura del siglo XX, “Retorno a Brideshead”, la compré por impulso el mismo día que compre la otra novela, hasta la fecha me está gustando bastante, es sin duda una novela mucho mas sosegada, pero que estoy paladeando aun, ya os contaré si se tercia más adelante que regusto es el que me deja finalmente.
"La guerra de las Falacias" Porcinus versus Geranius
Porcileia, era una niña feliz, que pasaba las horas observando como sus súbditos, los porcinicus, pastaban felices en los campos de bellotas siderales, esperando el mágico momento de ser sacrificados ante el Gran Maestre de la COMPAÑIA MORCILLAL, LUISUS XV, para poder hacer la correspondiente ofrenda a los dioses del colesterol.Pero esa felicidad ingenua se vio de repente interrumpida por su maestro POYORDA, que le contó el destino que sus padres le tenía reservado para el futuro:
_"Porcileia, tengo que contarte algo, tu tienes una gran fuerza interior que debes aprender a controlar y explotar en aras al bien común de nuestra COMUNIDAD PORCINA" Tus padres me han encargado que te adoctrine y te mande a la región de IBERICUS, para que te aleccionen en las nuevas técnicas de apareamiento de especies G26, porque en sus manos estará el futuro y la supervivencia de nuestra especie...."
-Pero maestro, yo solo soy una niña de 30 años siderales, ¿cómo puedo yo cambiar el destino de nuestro pueblo?
-hija, podrás. estoy seguro de ello, solo tienes que confiar en tu MOJO, y que la FUERZA PORCINA TE ACOMPAÑE.....
Porcileia, preparo su petate, y se dirigió a la mañana siguiente en su NAVE SIDERAL a la región de IBERiCUS, con un pequeño nudo en el estómago, porque intuía que dicho viaje le depararía muchas sorpresas....
Continuará...
E.G.SKYWALKER
PD. este relato psicotrópico es fruto de mi chute de medicamentos para poder hacer frente a los molestos síntomas de la gripe que me tiene atrapada en una mar de kleenex y estornudos, asi que os pido perdón de antemano por esta paranoia sideral.
LOS MERODEADORES (QUINTA PARTE)
Raquel
QUINTA PARTE
Llegó un momento incluso en el que me atreví a empezar a realizar viajes largos en solitario, comenzando por trayectos cortos a zonas conocidas y ampliando cada vez más el número de kilómetros a recorrer, siempre cuidando la ruta y evitando la oscuridad. Guardé el incidente del coche en un rincón de mi memoria al que siempre me prohibía el acceso y con el paso del tiempo, mi mente construyó una sólida barrera a su alrededor. Sin embargo, creo que nunca olvidé por completo el horror que había visto y oído. A veces me asaltaban recuerdos vívidos en mitad de una cena con los amigos, o en reuniones de trabajo, y trataba de desecharlos rápidamente de mi mente, antes de que ensombrecieran mi semblante y lo notaran los demás. Pero la vida seguía.
Llegó Mayo, y la cuidad bullía, como mis relaciones sociales. Empecé a verme con un chico con el que coincidía en la sala de descanso, aunque nuestras citas se resumían a algunas cenas y mucho sexo, ya que después de los últimos acontecimientos ni siquiera me planteaba pensar en algo más. Aun así, me sentía bastante bien conmigo misma. Creo que ese fue el mes del año en el que menos tiempo pasé en casa. Me apunté a un grupo que hacía senderismo los fines de semana y además, no había fiesta temática, concierto o salida de copas que no contara con mi presencia, de tal forma que, al final de mes, me sentía física y mentalmente tan agotada que sólo pensaba en estar durmiendo dos semanas seguidas.
Un domingo de Junio, repuesta ya de algunos excesos, me encontraba en casa empacando algunas cosas en la mochila. Acababa de recibir una llamada de unos amigos para realizar una ruta por un parque natural que estaba a unos cien kilómetros. Quedamos en reunirnos todos en el comienzo del camino, un museo cinegético donde conseguir mapas detallados a las diez, así que, mirando el reloj y viendo que marcaba las nueve y catorce, debía darme prisa.
Él dormía en la cama. No quise despertarlo porque no había necesidad de hacerlo. Le dejé una nota encima de mi libro de Noah Gordon informándole de mi partida y de que tenía de todo en la nevera para pasar el día. Me senté en una esquina de la cama y lo miré, curiosa y extraña a la vez, mientras observaba su pecho subir y bajar debajo de las sábanas y sus labios levemente entreabiertos exhalando ruidosamente. Lo miraba con la expresión de quien descubre por primera vez un insecto extraño, una rara formación geológica, una escultura que no se sabe lo que representa.
Sonreí al pensar que en ese momento no daba la apariencia de ser el animal insaciable en el que se transformaba en la cama, y poco a poco, mi sonrisa fue convirtiéndose en una expresión de hambre voraz a medida que pensaba en las posibilidades de la imagen que tenía delante. Salí de la habitación para llamar a mis amigos y avisarles de que llegaría un poco más tarde y los alcanzaría en la ruta. Cuando volví a entrar, directamente metí la cabeza debajo de las sábanas hasta toparme con lo que me interesaba.
Salí de mi casa a las dos con una expresión triunfal en mi cara y la mochila llena. Había quedado en reunirme con mis compañeros en una zona de descanso intermedia en la ruta, a la que podía accederse en coche, para comer todos juntos. Calculando bien el camino, en menos de una hora estaría allí.
El día era espléndido. El azul del cielo contrastaba con lejanos cirros hilados y el brillo de un sol cegador. Circulaba por una carretera comarcal bordeada por un pequeño bosquecillo de pinos y alcornoques, y a ambos lados sólo había inmensas llanuras verdes. Había pasado el último pueblo hacía diez minutos y me quedaban unos veinte para llegar a mi destino. Hacía rato que no me cruzaba con ningún coche, pero en esa zona y a esas horas era perfectamente normal. Estaba tan satisfecha con el transcurso de mi día que me permití una licencia y pisé el acelerador, superando el límite de velocidad en 50km/h, mientras en la radio sonaba mi Cd favorito y cantaba a voz en grito, asustando a los pájaros que pudieran escucharme. Por primera vez, estaba volviendo a disfrutar del placer de conducir.
De repente, como salido de la nada, un conejo apareció corriendo por la carretera. Estaba desorientado, y en lugar de atravesar la calzada, se puso a correr en círculos por ella. Daba la impresión de que estaba siendo perseguido por algún depredador, porque tenía una expresión enloquecida. O eso, o es que tenía la rabia.
Comencé a tocar el claxon alarmada y pisé el freno con tanta brusquedad que desplacé la alfombrilla del reposapiés hacia delante. El animal, en lugar de apartarse, siguió corriendo por la carretera describiendo elipses irregulares. No podía esquivarlo, estaba demasiado cerca. Lo iba a atropellar.
Di un brusco giro del volante hacia la derecha y perdí el control. Sólo recuerdo dar vueltas en el coche mientras todas las cosas dentro de él giraban y giraban como en un caleidoscopio diabólico. Y después, la oscuridad.
lunes, 24 de noviembre de 2008
Inesperadamente, buscando entre los viejos trastos una mochila para hacer senderismo este fin de semana, me tropecé con todos los polvorientos diarios que he ido escribiendo (no de forma "diaria" como debería haber hecho, pero sí con una continuidad suficiente) desde los 14 años. Incluso conservo el de la Primera Comunión, escrito entre los 9 y 10 años, pero los que tienen un poco más de "contenido" son los que he mencionado primero.
Algunas páginas me han causado mucha emoción y otras una risa incontenible. Sobre todo, los más antiguos me han causado asombro, al ver que hace apenas diez años todo era tan diferente a como es ahora.... En mi caso, la forma de ver el mundo y las ideas sobre lo que deseaba en la vida, siguen siendo actualmente, en esencia, las mismas, pero cada nueva página de esos diarios, cada nueva experiencia, iban agotando la ingenuidad y la inocencia de los relatos iniciales.
No he leído todos de nuevo, pero ha habido un pasaje que me ha parecido muy significativo y sobre todo, que me ha arrancado una carcajada porque implica a otra amiga (Elena M. espero que te haga gracia, si no, lo quitamos de aquí).
Tal vez más adelante me atreva a extraer y transcribir fragmentos más personales o más profundos, que los hay a pesar de la juventud con que fueron escritos, pero en esta ocasión, por añoranza de la época universitaria en que el tiempo libre era utilizado de las formas más inauditas, y por el tono "freaky" de lo que cuenta, os pongo este:
"Viernes, 20 de Marzo de 1999.
Hola, voy a contar qué es eso de la J compuesta.
Esto data de Diciembre del 98, época en la cual mi querida amiga E.M. y yo nos planteamos el acudir a un vidente a que nos echara las cartas del tarot. Así lo hicimos, conseguimos el número de un tal José Antonio, que ya había hecho predicciones a la madre de la chica que nos dio el número. El hombre vive en un piso humilde, en las inmediaciones de Eugenio Gross, con su hermana. Cuando fuimos, algo nerviosas, nos prometimos no contárselo a nadie. Y así ha sido. Hasta ahora, sólo lo sabemos ella, yo, y el "vidente". Vidente del futuro no sé si será, pero del presente el pobre era más bien invidente, pues tenía un estrabismo que le unía las pupilas en el vértice de la nariz. Aún así, se manejaba muy bien y me echó primero las cartas a mí.
Me asustó nada más decir: "Un varón de su familia, con la F".
Yo dije: "Mi tío Francisco":
Y él dijo sin vacilar, como si fuese un médico: "Pues en los dos primeros meses veo una operación de cintura para abajo".
Me dijo más cosas de mi vida presente (lugares, nombres de calles, colores que me traen suerte, nombres de amistades con los que podía contar y otros de los que no debía fiarme). Lo más importante o curioso que me predijo fue:
- Que mi madre iba a tener una caída de culo.
- Que iba a haber un accidente con un coche rojo.
- Que veía robo en casa de dos plantas.
- Que me casaría y tendría un parto doble.
- Que me veía de pareja con alguien moreno y espigado y llamado de alguna forma con J compuesta, es decir, algún Jose Antonio, Jose Luis....
- Que un alma difunta me protegía (supuestamente un militar).
- Que veía una viuda joven (le dije que sería mi abuela María).
- Que veía fuego (le dije que había habido un incendio hacia años en casa de mi tío Emilio...).
- AH, y que el tal J compuesta trabajaba en un hospital o algo así.
Sólo se ha cumplido el culazo que dio mi madre.
(.....)
¿O será más bien todo una falacia y 1000 pesetas perdidas? Bueno, la experiencia mereció ese precio.
A Elena le dijo muchas cosas (Estuvo casi una hora con cada una) y que iba a consolidar una relación en Abril.
Bueno, faltan 5 días para Abril y yo no veo consolidación por ningún lado. Le gusta un chico de la clase al que apodamos "El Borde". Eso es otro tema curioso de mi vida en la facultad, los motes.
Enumeraré unos cuantos: Terceri, Capu, Fei, Rici, Oji, Amorfo, Bihidi, Lagartona, Mosqui, Indescri, Peter, Tetoni, Focanotejode, Cachas, Piji, Borde, CarlosAlberto, Napión, Disney, Guarrona, Gillette, La Power, El Wonder, El Mulder, Bético, ... y muchos más.
Estos cariñosos y sarcásticos motes son creación de Elena y mía, porque no sabemos los nombres cuado vemos a uno por primera vez y le ponemos el nombre más acorde con su aspecto y su comportamiento. Es muy divertido y facilita mucho las cosas para entendernos y cotillear sin que se sepa de qué hablamos...."
Bueno, eso ha sido todo, de lo que os prometo que concuerda bien y fielmente con lo que hay escrito en el diario.
A lo mejor no hace tanta gracia a quien no lo ha vivido, pero lo dejo ahí como pequeño homenaje a una amistad que se forjó entre libros, apuntes y unas cabezas llenas de algunos pajaritos....
Qué pena que no nos diéramos cuenta entonces de lo fácil que era nuestra vida.
E.Adriana
sábado, 22 de noviembre de 2008
Lucha de Egos
Sha_morena_Zah; Esa_flamenkita; Papi_gansger; Canihito; Esrubiotocah; o Pakiyo, entre muchos otros, competirán para llevarse el premio al ejemplar más preciado.
viernes, 21 de noviembre de 2008
LOS MERODEADORES (CUARTA PARTE)
Raquel
CUARTA PARTE
Un pie enfundado en un raído calcetín gris, que asomaba débilmente entre la hojarrasca fue todo lo que pude ver, porque el resto del cuerpo al que pertenecía estaba sepultado en la frondosidad, y por mí podía seguir allí para siempre. Sólo un pie, y esos gorgoteos, esos gruñidos y el inconfundible sonido de la carne al ser desgarrada. Si me quedaba alguna duda de si aquellas abominaciones auditivas estaban causadas por el tripulante del vehículo, nuevos gruñidos y chasquidos se unieron a los anteriores y comenzó a haber más movimiento entre las ramas. Me inundó la boca un sabor metálico que ahogó el intento de emitir un débil gemido para tratar de comunicarme con el chico, mientras pensaba que lo que oía no podía ser un sonido de este mundo. Mi mente no podía concebir unas fauces llenas de lodo antediluviano devorando carne muerta y sangre coagulada. No podía ser verdad.
Y sin embargo, el brillo de unos diminutos ojos en la oscuridad bastó para despertarme del estado casi hipnótico en el que estaba entrando, y corrí. Corrí como hacía tiempo que no lo hacía, hacia el coche. Arranqué y di la vuelta tan rápido que a punto estuve de empotrarme con la misma hilera de adoquines causante de la carnicería que había escuchado. En mi violento giro, el coche derrapó y lanzó diminutas partículas de grava en todas direcciones, como un surtidor enloquecido. En cuanto recuperé el control y la dirección, pisé a fondo el acelerador y me lancé en una frenética carrera como alma que lleva el diablo, en busca de civilización.
Creo que estuve más de dos horas circulando por el centro de la ciudad, viendo gente en las terracitas, saliendo y entrando de locales de copas, de restaurantes, gente ajena al horror que aguardaba en las cunetas, en los arcenes, a pocos metros de donde ellos se divertían. Llamé a unos cuantos amigos que sabía estarían despiertos a esas horas para charlar, pero llegó un momento en el que no me quedó otro remedio que volver a casa. Sola.
Di gracias por vivir en una zona más o menos transitada, y por supuesto, tomé el camino donde sabía que encontraría más tráfico. Suspiré ruidosamente al cerrar la puerta de mi casa tras de mí. De pie, sintiendo las formas frías y metálicas del pomo en mi espalda, fui dejando laxas las piernas hasta caer de rodillas, y comencé a llorar. Lloraba por mi cobardía, por la rabia contenida, por el hecho de no poder o no saber enfrentarme a lo que me estaba ocurriendo, por no poder contárselo a nadie sin que me tacharan de loca y con una sonrisa me recomendaran a un psiquiatra. Lloré como hacía tiempo que no lo hacía, hasta que la cabeza comenzó a estallarme de dolor.
Terminé la noche con un cóctel de fármacos y alcohol, y me metí en la cama. Dormí toda la noche hasta las diez de la mañana del día siguiente, pero tuve sueños en los que me desperté más de una vez gritando.
Los días siguientes estuve pendiente de las noticias locales y pregunté por la zona para saber detalles del suceso que viví aquella noche. Por lo visto, encontraron un coche siniestrado vacío con restos de sangre en su interior, una zapatilla deportiva, y nada más. Yo sabía que nunca encontrarían a nadie, pero supongo que la policía organizó batidas de búsqueda, sin resultado alguno. No quise saber el nombre del chico, que era el único ocupante del vehículo, para intentar desligarme emocionalmente de lo que ocurrió aquella noche, para creer que todo fue un sueño, una película demasiado real.
Después de aquello, estuve dos meses sin coger el coche, a pesar de que el transporte público de la ciudad era bastante deplorable. Continuamente daba pobres excusas a mis conocidos para justificar la falta del vehículo, y creo que llegó un momento en el que comenzaron a sospechar que algo raro ocurría.
Poco a poco, a medida que el tiempo fue pasando, el miedo comenzó a desaparecer de mi vida diaria, y llegó un momento en el que, con mis rodeos habituales y mis manías de reciente adquisición, conseguí poder conducir de nuevo. Sin embargo, nada fue como antes, a pesar de que no volví a verlos ni a tener ninguna señal de su presencia. Seguía acelerando a fondo cuando vislumbraba alguna forma aplastada en el asfalto, sin mirar siquiera para no tener detalles, y mientras duraban esos momentos, mis pulmones eran incapaces de expandirse para captar aire.
Mi vida apenas cambió en lo demás. Ascendí de puesto en mi empresa y pillé a mi novio en nuestra cama con la cajera del supermercado. Pero todo aquello sólo me supuso un estado de alteración transitorio. Había aprendido a ver las cosas de otra manera, a valorar la vida en su estado más puro, y trataba de exprimir cada nueva experiencia agradable al máximo, intentando sacar cosas positivas hasta de los momentos más miserables.
jueves, 20 de noviembre de 2008
Happy moments
Sin embargo...
Me encuentro muy a gusto en casa, y quiero hacer apología, por una vez, de la felicidad cotidiana. Las mismas paredes que a veces parecen encerrarme y ahogarme son las mismas que me acogen día tras día. Son las que ahora me resguardan de ese viento frío que hay fuera y del chaparrón de anoche.
La lámpara del salón, aunque no me gusta, es la que ilumina esas escenas familiares en las que estamos, como hoy, mi padre y mi madre sentaditos juntos y yo pululando con un trapo en la mano quitando el polvo (esto de andar yo en plan maruja no ocurre a menudo, es solo porque como no puedo salir, me desahogo así).
Y mi padre, sin ser consciente de ello, va poniendo bandas sonoras a estas tardes, y, por ejemplo hoy, suena Cat Stevens, pero otros días suenan Bruce Springsteen o Pink Floyd.
Mi hermana, si no está currando, suele andar por casa pensando en conceptos abstractos o formas de hacer texturas para entregar sus trabajos, y, si entras en su habitación, agradece una buena dosis de pajas mentales y creatividad absurda para apuntarlo en su cuaderno de artista. La última es crear un jabón gigante de dimensiones desproporcionadas, pero no me preguntéis qué quiere decir con eso, porque no lo sé. Yo solo me meto mucho con ella y con su "Yo interior de artista". La tía, como es genial, en vez de enfadarse se descojona (por eso nos llevamos bien. Si fuera otra, nos tiraríamos de los pelos, porque soy un poco quemasangre).
Y así yo me voy sintiendo segura y feliz, aunque no sepa dónde acabaré trabajando, ni si me irán las cosas como deben ir en el amor, ni todas esas cosas por las que me angustio y lloro a veces como si fuera María Magdalena.
Lo que quiero transmitir con este post es que, aunque a veces no me lo crea, yo soy feliz.
Lo soy a pesar incluso de que estemos en el tedioso mes de noviembre, no haya horas suficientes de luz solar, y el tiempo esté feo. A pesar de que eche de menos a personas que ya no están, como son mis abuelas, o de que tenga un resfriado como éste que no me deja ni respirar.
Y, para mi bien, se me han apagado un poco mis deseos viscerales de dar una patada a todo y hacer un cambio radical. Quizás todo esto viene porque tengo en perspectiva realizar un curso (no sé si me cogerán), pero es curioso cómo un pequeño plan puede devolverte el punto de vista que necesitas para mirar tu vida desde el prisma que se merece.
Un beso de la Happy Ana, que, a lo mejor, lo único que le pasa es que está bajo los efectos del Ibuprofeno.
miércoles, 19 de noviembre de 2008
DIVINAS MENTES: LOS MERODEADORES (TERCERA PARTE)#links
http://es.youtube.com/watch?v=wuRJPm5_Oik
LOS MERODEADORES (TERCERA PARTE)
Raquel
TERCERA PARTE
Era un coche rojo, un modelo deportivo antiguo y con el frontal completamente destrozado. La avenida en ese punto se hacía de un solo carril para cada sentido, separados por un subterráneo flanqueado por adoquines de hormigón, contra los que el propietario del vehículo había chocado violentamente.
Creo que por unos momentos mi corazón dejó de latir, aterrada no sólo por la idea de lo que estaba viendo, sino por lo que no podía ver. A medida que aminoraba la marcha, miraba a ambos lados frenéticamente con la esperanza de ver algún coche. Pero nada, tan sólo lejanos edificios y ecos de alguna cafetería.
Me detuve a unos cinco metros del vehículo siniestrado y paré el motor. En el silencio de la noche pude escuchar los latidos de mi corazón y mi respiración agitada. Y mis pensamientos, que se movían entre el deber y el poder mantener mi propia salud mental.
Abrí la puerta del coche y exhalé un suspiro, mientras caminaba cautelosa hacia el punto problema. A medida que me iba acercando, comprobé el mal estado en que había quedado el coche, que por su aspecto, sin duda pertenecía a un chico joven. Estaba totalmente perpendicular a la carretera, con el morro destrozado a mi izquierda, empotrado en los adoquines, y la parte de atrás en el límite de la vía, a la derecha, casi engullida por unos arbustos que constituían la única cuneta, y que más abajo daban paso a una torrontera pedregosa. De nuevo miré en todas direcciones pero no se veía ningún coche, y las luces más cercanas eran las de emergencia del mío propio, así que seguí acercándome con lentitud. En el silencio de la noche casi estival, mis pasos resonaron en el asfalto como toques de péndulo premonitorios.
Me asomé con temor a la ventanilla del piloto, la más cercana, pero allí no había nadie. Tan sólo un rastro de sangre en los dos asientos y la evidencia de un fuerte impacto craneal contra el parabrisas, seguramente, debido a que el conductor no llevaba puesto el cinturón de seguridad en el momento del choque. Esto reforzó mi teoría de que sólo había una persona en el coche cuando se produjo el accidente. Intenté abrir la puerta, pero estaba bloqueada.
Siempre nos alertan en campañas de televisión de los riesgos de una conducción imprudente, con imágenes desgarradoras que dejan una impronta imborrable, pero creo que hasta que no nos encontramos frente a una escena como la que tenía delante no somos realmente conscientes. Por muchos detalles que te muestren aquéllas, siempre hay algo en lo que ves que le da el definitivo toque de realidad. En este caso, los detalles abrumaban por su cantidad.
Reaccioné como un resorte como debía de haberlo hecho hacía tiempo y cogí el teléfono para llamar a emergencias, comprobando con desesperación que no tenía cobertura. Aun así, podía efectuar una llamada al 112, pero entonces reparé en que sería mejor ver quién iba en el coche y en qué condiciones estaba antes de hacerlo. Entonces, me di cuenta de que la puerta del copiloto estaba abierta. Quizá el conductor había salido del coche, arrastrándose por allí. Rodeé el vehículo por la parte de atrás, notando algunas ramas rozar mis tobillos, esperando ver un cuerpo joven y malherido yaciendo al otro lado, tumbado boca abajo en el suelo manchado de sangre, pero allí no había nada.
Me asomé con una mezcla de pánico y sorpresa al interior del coche, con la absurda esperanza de encontrar a alguien en los asientos de atrás, pero de nuevo el vacío. Miré la pantalla del móvil, donde el visor que indicaba: “Sólo 112” parecía preguntarme “¿Vas a llamar o no?”. ¿Qué hacía? ¿Dar parte de un accidente en el que no había víctimas? ¿Buscar al accidentado por los alrededores? ¿Por qué narices no aparecía ningún coche? ¿Es que acaso estaba en la jodida carretera de la dimensión desconocida? Mientras me hacía estas preguntas miraba hacia todos lados con desesperación, y entonces vi algo asomando entre los arbustos tres metros más allá.
Era una zapatilla deportiva
Una Nike, de ésas con amortiguación en la suela y de apariencia mastodóntica, de color azul cielo. Una Nike solitaria que no presagiaba nada bueno.
Enseguida noté como mi pulso se aceleraba de nuevo. Podía sentir los latidos de mi corazón en la garganta mientras me invadía una sensación de irrealidad.
Me acerqué muy despacio, evitando hacer cualquier ruido al andar, con los brazos estáticos, rígidos, y la respiración contenida, hasta colocarme delante del origen de mis tensiones.
Poco antes de ver el pie con claridad, ya estaba escuchando los sonidos de masticación...
EL RITUAL DEL CORTEJO:
lunes, 17 de noviembre de 2008
LOS MERODEADORES (SEGUNDA PARTE)
Muchas gracias por todo
Raquel
SEGUNDA PARTE
Esa imagen me ha perseguido en mis sueños durante todo este tiempo, a pesar de que aún hoy quiero pensar que todo fue una alucinación, un efecto colateral de la sutil mezcla del sueño, el cansancio y el tener unos ojos miopes que en la oscuridad a veces te traicionan. Pero después de aquello, el sólo circular por una carretera solitaria me producía taquicardias y sudores fríos, y cada vez que veía un animal atropellado en una vía, pisaba a fondo el acelerador para pasar lo más deprisa posible por aquella zona, sin mirar ni siquiera alrededor, y hasta que no estaba a un kilómetro de distancia o más, no me abandonaba el miedo ciego e irracional que se apoderaba de mi cuerpo.
Creo que me pasé los tres días que duró el curso completamente ausente y con la mente enturbiada, porque continuamente me venían a la cabeza imágenes horripilantes en las que le ponía cuerpo a lo que había visto aquel día, o había creído ver. Tuve, sin embargo, la previsión de asegurarme que para el viaje de vuelta dos de mis compañeros vinieran conmigo en el coche, porque me daba pavor volver sola, y aunque di varios rodeos para dejarlos en sus casas, incluso creo que les di las gracias por acompañarme. Supongo que algunos se dieron cuenta de mi comportamiento alterado y en ocasiones errático, pero afortunadamente, en los días posteriores volví a ser la misma, al menos, de cara a los demás.
Lo que sí cambió en mi vida fue que me aterraba conducir sola. Antes, el hecho de montarme en el coche y pasear por la ciudad, incluso si era de noche y llovía, era todo un placer. Ahora, se había convertido en una maldita penitencia que siempre que podía evitaba. Incluso llegué a modificar algunas rutas habituales en mis quehaceres semanales, evitando zonas aisladas, carreteras nuevas y barrios periféricos. Era una locura, pero acabó siendo casi como una manía personal, una característica con encanto.
Pasó mucho tiempo sin que volviera a ver algo en la carretera, ni siquiera una mancha como testigo mudo de alguna rata atropellada, y más o menos las aguas volvieron a su cauce. Mi vida seguía siendo el mismo caos hilarante que había sido siempre, y eso me gustaba.
Pero todo cambió de nuevo seis meses después. Un viernes por la noche, me invitaron unos amigos a cenar en su casa. Me las prometía muy felices porque intuía que la velada acabaría convirtiéndose en una sucesión interminable de relatos de batallitas juveniles y un montón de risas viendo viejos vídeos, regados con mucho alcohol; por lo que tuve la previsión de llevar una botella de vodka para animar y me dirigí allí con la mejor de mis sonrisas.
La noche fue casi lo que podría decirse perfecta. Hacía tiempo que no me reía tanto y casi por un momento olvidé todos los pensamientos nocivos que me invadían y me dejé llevar por el entusiasmo. Hacia las cuatro de la mañana, decidimos dar por terminada la fiesta y volver cada uno a su casa. Creo que todavía sonreía cuando me metí en el coche y arranqué.
Hacía una noche espléndida. Daban ganas de quedarse en la calle, disfrutando del buen clima. Quizá por eso, me invadió el optimismo y en lugar de dar mi habitual rodeo por callejuelas céntricas para ir a casa, decidí tomar la carretera nueva que conducía directamente desde donde me encontraba hacia allí. Bajé la ventanilla para disfrutar el aire fresco de ese mes de Marzo que acababa de empezar y estaba siendo inusualmente cálido, y emprendí la marcha. Por esa ruta, en condiciones normales, habría tardado unos cinco minutos en llegar a mi destino, sin embargo, esa noche tardé un poco más.
Me incorporé a la avenida, que estaba solitaria, y disfruté de la novedad del recorrido. Después de 100 metros, encontré una glorieta, que con una indicación muy clara, me mostraba la dirección a seguir. Así daba gusto. En cuanto tomé la salida que me correspondía, supe que algo iba mal. Sentí la misma sensación que te embarga en los momentos previos a una tormenta eléctrica, pero más acusada. Y entonces lo vi.
Había un coche atravesado en mitad de la avenida.