miércoles, 2 de abril de 2008

MIRADAS

MIRADAS

Ayer por la tarde quedé con mi chico después del trabajo, quede a una hora calculando que saldría tarde del trabajo como es habitual últimamente, pero basta que haga cálculos para que éstos no se cumplan, así que esta vez salí a mi hora.
Así que me di un paseo tranquilo hasta el punto de reunión, y una vez allí, al comienzo de C/Larios me convertí en observadora. La vida dicen que es según el cristal con que se mira, así que supongo que a cada uno le llaman la atención lo que su subconsciente le dicta. Lo primero con lo que se cruzó mi mirada fue una pareja, ideales ellos, treintones largos, ella alta, delgada, melena rubia ondulada al viento, empujando un carrito de bebe, pero sin perder un ápice de estilo con sus tacones de aguja magníficos y una levita color crema con brocados en su parte inferior, sonreía felíz, mientras su marido, alto moreno, gafas de sol, pantalón crema y jersey rosa (la primavera ha llegado también en el vestir masculino) la rodeaba con el brazo, mientras de su mano libre llevaba a un niño de unos 5 años, igual de ideal de la muerte que sus papis. Entonces me sobrevino, lo reconozco “cierta envidia”, guapos, con dinero (era evidente viendo la pinta que tenían) y felices, con su familia, y un martes a las 7 de la tarde pasean tranquilamente por la ciudad, no tiene trabajos alienantes, unos hijos que supongo monísimos y buenísimos, y así irán perpetuando la especie. Tras esa mirada edulcorada de la realidad, calle Larios siguió mandándome imágenes idílicas, madres, muchas madres con sus niñas (si, no veía niños, sólo niñas) pero eran madres superpijas con sus niñas superpijas, llenas de lacitos, falditas y chaquetones Burberrys y Barbour, y entonces empecé a sentir cierto rechazo, nunca me ha gustado el pijerío, pero veía todas esas madres tan monas ellas con sus niñas tan monas también, y me sentí tan ajena a todo ese mundo, a esa realidad; entonces recordé, como el año pasado por estas fechas mi ex y yo hablábamos de encargar un bebé para este año, y ahora esas imágenes de la maternidad andante me causaban rechazo, como nos cambia la vida, ahora mismo no se si quiera si quiero tener hijos, supongo que si, que dentro de unos años me entrará ese instinto que se que tengo, pero cuan largo me lo fio…

Tras tanta mujer y niña, salío la mujer que tengo yo dentro y me fijé en cuanto hombre pasaba por allí, la mayoría con sus trajes de chaqueta, muy elegantes ellos, pero yo ya estaba de “no”, y no me gustaban, porque tanto traje, no me gusta, y menos en primavera, me gusta que vayan mas ”casual”. Y entonces llegó el hombre al que yo esperaba, con una sonrisa en los labios y con ropa “casual”. Al rato de estar con él, me dijo, “anda quítate la chaqueta que estás muy formal”..

Entonces caí en la cuenta, yo criticando mentalmente a los transeúntes enchaquetados, cuando yo era otra transeúnte enchaquetada ¿Qué imagen daría yo de mi? ¿Qué pensaría de mí un observador anónimo? No me importa, los pensamientos de ellos serían tan distintos como los cristales con los que me mirasen, en cualquier caso, si me mirasen, ya con eso me sentiría halagada, aunque la historia que de mí se formen en su en su cabeza nada tenga que ver con la realidad, porque eso querría decir que no he sido una transeúnte más.

Elena M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario