martes, 16 de junio de 2009

En la cuerda floja

Bienvenidos a mi mundo. Al mundo de todos. Siempre hay cosas que no comprendo. Pero a lo mejor son súper obvias, yo qué sé; pero el caso es que no sé de qué van.

Lo que llevo mal es la incomunicación. Las personas que, de repente, cambian su actitud aunque te hayas comportado con ellas exactamente como siempre. Supongo que ese es el problema a veces: que los demás esperan más de ti y se sienten defraudados cuando no es así.

En el caso concreto de hoy, es decir, de mi compañera de curro, la historia es extrañísima, pero ya os la contaré en persona, porque paso de aburriros.

Lo que sí me llama la atención es la de veces que, en mis casi 26 años de existencia, me he visto sorprendida por reacciones en otras personas a las que apreciaba que no entendía, que no podía controlar. Esas reacciones que sabes que pasan pero que, si te acercas con buena voluntad a decir "oye, ¿qué pasa?", el cuestionado te responde "nada, nada, ¿por?" Y con todo el morro te deja que lo adivines tú. ¡Encima!

Y lo peor es la gelidez. Esa frialdad que no sabes de donde sale, pero que hace al otro totalmente indiferente a ti. Y lo que fastidia no es tanto la susodicha indiferencia, sino el no saber a qué coño se debe. Lo mismo pasa con las malas contestaciones.

Y ya, apaga y vámonos cuando salen a flote las teorías de terceras personas a las que se lo cuentas de pura desesperación, con la esperanza de que aporten esa luz que tú no ves, y que, en vez de eso, te tachan de paranoide: "No, eso es que te lo estás imaginando tú". "Joer, será que, sencillamente, no se ha acordado de llamarte. ¿Por qué le buscas tres pies al gato".

Respuestas: Porque algo ha cambiado, y no sé qué es. Y quiero saberlo, pero no se puede preguntar abriendo el signo de exclamación y pronunciando una frase interrogativa.

En fin. Esto lo escribo por un episodio traumático del trabajo que ha sacado estos recuerdos y estas reflexiones. Y sé que a todas vosotras os han pasado cosas parecidas. No me consuela, pero al menos sé que entendéis lo que os quiero decir.

Ana

3 comentarios:

  1. ¡¡Gracias por la bienvenida!!

    Bromas sin gracia aparte esa actitud que describes a la perfección en otras personas que suelen ser cercanas a nosotr@s y como bien reconoces, nos ha pasado a tod@s más de una vez.

    Sinceramente no puedo contestarte el porqué de esa actitud, nunca lo he entendido ni lo entederé y más aún cuando lo más fácil y simple es hablarlo como adultos ya que "normalmente" hablando se entiende la gente.

    Ya se que no te consolará eso de que "mal de muchos, consuelo de tontos" pero . . . al menos yo cada día entiendo menos a la gente y sus rebotes de los cuales pretenden que los adivines por ciencia infusa y puedes llegar a saberlos años después o quizás nunca y por una simple tontería se pueda llegar a perder una amistad o una relación sólo poruqe de repente a ese alguien cercano le haya entrado una neura que no será tal.

    Besos.

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  2. Calla, calla, por favor. Que he tenido "amistades" que en vez de tener la madurez y los huevos/ovarios de decirme qué les molesta, se han limitado a retirarme la palabra durante un tiempo. Lo mejor fue una vez en que la persona en cuestión me retiró la palabra, pero su amiga íntima me escribió un e-mail explicativo. Ninguna tuvo la actitud normal de llamar por teléfono para aclarar las cosas. Al final, se aclararon porque una tiene un poco de "sentido común", pero aluciné.
    No te preocupes ni te rompas la cabeza. Sinceramente, si alguien no tiene la valentía de decirte que algo de ti le ha molestado, es que no está a tu altura, porque tú sí eres valiente, valoras las amistades y cuidas de que nada las estropee. Actitudes infantiles como esa me dan mucha rabia.

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  3. Por cierto, la de la opinión justo anterior soy yo, E. Adriana. (Dichosos líos con los logins)

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