miércoles, 27 de marzo de 2013

La Locura de Querer



Este post iba a versar sobre la locura de querer llegar a todo, de querer hacer todas las cosas que se nos pasan por la cabeza, las que anhelamos, las que nos apetecen, las que imaginábamos de (más) jóvenes, junto con las que debemos hacer, las que nos hemos autoimpuesto y las que necesitamos hacer.

Pero al escribir el título, “la locura de querer”, me ha gustado más la otra versión que podía hacer del post, en lugar de escribir de esa temática tan estresante, la verdad, y que, además, es muy recurrente en mí. Parece que mi subconsciente realmente quiere que hable del otro “querer”, ese de las parejas.

Pues sí, querer es una locura. Entiéndase por locura tanto la pérdida de capacidad de gobernarse a uno mismo como la vorágine de cambios que desencadena en la vida de uno, en el sentido positivo cuando el querer es correspondido y en el negativo cuando (lógico) no es correspondido.

Curiosa y cruelmente, cuando ya estás emparejada y todo va bien, te parece (falsamente) que todo el mundo si quisiera realmente podría tener lo mismo, que no ha sido tan difícil conseguir ser feliz con una pareja y que resulta que todo es cuestión de ver más allá de lo superficial, cuestión de compartir y coincidir en las cosas más llanas y sencillas de la vida, esas que nos atan al suelo, las que configuran el día a día, así como de compartir el simple amor a la vida misma. 
Sin embargo, no sucede así, no es fácil y yo me sigo preguntando por qué, ¿por qué no todo el mundo que quiere tener pareja la encuentra?

Asímismo, cuando estás bien con tu pareja y ves que el 99% de los días estais genial, también eres consciente de que lo que hoy va bien mañana puede ir fatal, por lo cual, aún valoras más cada momento y sacas felicidad de las cosas más nimias,  dejas de querer controlar cada cosa que sucede, cada acción y pensamiento de la otra persona y aprecias todo como un tesoro. Aunque el restante 1% de los días puedes querer meterle fuego a la casa con el otro dentro, pero bueno, es un mísero 1% que se olvida fácil…

Si querer, al fin y al cabo, es dar amor y ser feliz dándolo y también recibiéndolo, ¿por qué además del mero amor que podemos llegar a recibir, necesitamos el “plus” de amistad-atracción-complicidad-planificación-de-futuro?

Así está claro que es una locura llegar a querer o que nos quieran. No digo que haya que emparejarse con un amigo o una mascota, que evidentemente sí, nos quieren. Tiene que haber ese algo más, el famoso “llámalo X”. Tampoco estoy tratando de dar consejos, pero desde este nuevo punto de vista que tengo desde un tiempo a esta parte, me limito a observar y tratar de llegar a alguna conclusión.

En base a esta observación, voy deduciendo ciertas cosas que, puede que sí, puede que no, puedan servir para sentar generalidades.

Por ejemplo, he observado que a la gente con personalidades complicadas les cuesta más llevar a buen término una relación de pareja. También he observado que a las personas inseguras y con baja autoestima también les cuesta empezar una relación y cuando lo consiguen, bien terminan siendo manipuladas por la otra persona para el resto de su vida o bien se dan cuenta a tiempo y la cosa se acaba. La gente que empieza una relación por necesidad emocional o por interés, también acaba mal.

Es verdad que mantener una relación durante años requiere momentos de mucha paciencia y de determinación por ambas partes de querer salir adelante, en pro de los buenos y felices momentos y de los proyectos en común. Pero es que antes de llegar al punto de aprender a “mantener” la relación, es necesario el punto de “llegar a conseguir una relación”.

También he observado que cuanto más se obsesiona uno por encontrar pareja, más alejado se encuentra de tenerla, parece que los posibles candidatos que revolotean captan esa necesidad por algún tema sensorial, hormonal o vete a saber qué.

Por otra parte, no hay que perder la paciencia. En términos estadísticos, cuantos más encuentros con emparejables provoquemos, más probable será que congeniemos con uno de ellos. El método “ensayo-error” es muy útil y se sigue utilizando en ciertas investigaciones de algunos sectores en los cuales aún no se ha desarrollado la tecnología suficiente para discernir los factores válidos de los desechables.

Conclusión: cuantas más personas conocemos y más despreocupados estamos por todo y en especial por el hecho de tener pareja o no tenerla, más probable parece la posibilidad de tropezarnos con alguien igualmente despreocupado y que de repente se siente a gusto a nuestro lado, tanto como para querer repetir y conocernos más.

Por el contrario, desde el punto de vista de los no emparejados, parece que el tener pareja estable y estar bien con ella es la caña de España. Efectivamente, es una satisfacción y es otro pilar importante en la vida, una vez que se tiene. Hay que saber cuidarlo y conservarlo. Pero también acarrea nuevos sentimientos de responsabilidad y nuevas necesidades de adaptación, que, normalmente, si las dos personas se quieren y desean seguir juntas, se asumen y llevan a cabo sin problema y con ilusión. A la vez, aparecen sentimientos de culpabilidad hacia los amigos, a los que no les puedes dedicar todo el tiempo que sería deseable, porque el día tiene 24 horas y normalmente, el hecho de emparejarse y convivir conlleva nuevas tareas.

Para aquellos que no tienen pareja y tienen ganas de tenerla os digo que, cuando sale bien, mientras está saliendo bien, realmente, vale la pena y se es feliz.
Pero también os digo que cuando no se tiene ni se ha tenido, también se es feliz.
Tener pareja es un estado, no es un acceso único a un estadio superior y privilegiado de la vida. La soledad también puede ser una aliada y un tesoro poco valorado: el de la independencia y la libertad de saber que tus decisiones no harán daño ni afectarán a otra persona, sean cuales sean. 

A.L.

1 comentario:

  1. Un post de lo más interesante y completito.
    No sólo me ha gustado sino que además me ha encantado; me has dejado sin palabras.
    Se tenga o no pareja la cuestión es saber disfrutar del momento y de lo que se tiene.
    Hay que ver siempre el lado positivo de la vida, ver el vaso medio lleno y no al revés porque nunca se sabe la de vueltas que puede dar la vida y hay que saber aprovechar cada instante con las personas que quieres.
    Hay que mirar siempre al frente con optimismo y asumiendo los errores y los aciertos que se toman y la manera de vivir y de ver las cosas.
    Respetando y no haciendo daño.
    Menos mal que me había queadado sin palabras jajajjajajaja.
    Enhorabuena por este post.

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