jueves, 27 de noviembre de 2008

LOS MERODEADORES (FINAL)


Bueno chicas, aquí va la última parte. Junto con el final de mi historia colgaré un post que escribí anoche, así que hoy colapsaré el día con mis letras. Espero que no os importe.

El final de mi historia, no sé si os gustará o no, pero de cualquier manera, es el final que escribí. Muchas gracias por vuestros comentarios y espero colgar de nuevo un nuevo relato corto por entregas, aunque todavía no tenga muy clara la temática, dado que mi mente es un bullir de ideas a cual más diversa.

Pues aquí va... espero que no paséis mucho miedo... o si lo espero?

Besos


Raquel


LOS MERODEADORES (PARTE FINAL)


Mi primer recuerdo tras despertar fue el dolor, y la sensación de ingravidez. El coche estaba boca abajo en mitad de una zona arbolada. ¿Cuánto tiempo había pasado desde el accidente? Aún había luz, pero era evidente que era mucho más tarde. Intenté mirarme el reloj de pulsera pero sólo pude gritar de dolor. Tenía el codo izquierdo inflamado y retorcido, dislocado hasta tal punto que mirarlo me provocaba náuseas, y al notarme algo caliente resbalándome entre los ojos me di cuenta de que sangraba por la cabeza. Me toqué la frente con temor y descubrí una masa pulposa, tumefacta y caliente en ella. Comencé a perder enfoque en la visión y perdí el conocimiento de nuevo.
Cuando desperté otra vez, ya era de noche. El dolor que sentía era ahora más fuerte y lacerante, y parecía que cada músculo de mi cuerpo se había convertido en un pedazo de carne apaleada. Intenté desesperadamente quitarme el cinturón de seguridad a pesar de que cada movimiento me suponía un horrible sufrimiento. Sangraba por una pierna y no podía mover el brazo izquierdo, que ahora estaba mucho más inflamado y presentaba zonas amoratadas. Intenté inútilmente apretar el botón para liberarme pero no podía hacer la suficiente fuerza con los dedos. Comencé a llorar porque el miedo irrumpió de repente en mi consciencia. Sólo quería salir de allí, y arrastrarme en busca de ayuda.
Entonces, comencé a escuchar unos crujidos fuera del coche, y mi miedo se convirtió en pavor.
Conseguí liberarme del cinturón y al intentar abrir la puerta, me encontré con que la cerradura estaba bloqueada. Mis lágrimas eran ahora un llanto desesperado y agónico, y cuando volví a escuchar ruidos allí fuera, creí que la cabeza me estallaría. Me tapé la boca emitiendo hipidos entrecortados mientras los ojos en alerta parecían que se me iban a salir de las órbitas.
Tenía que salir de allí como fuese, y estaba segura de que me iba la vida en ello. Tenía que llegar a la puerta del copiloto, así que comencé a desplazar la mitad superior de mi cuerpo hacia el otro lado. El ruido se escuchaba ahora más cerca, ya podía percibir esos gañidos que tantos recuerdos horribles me traían, pero por más que intentaba tirar de mis piernas hacia mi salvación, éstas no respondían.
Ahora pienso que quizá el conejo no huía de un depredador cualquiera, sino de ellos. Quizá ahora no le teman a la luz y no les importe acechar a sus víctimas cuando el sol está en todo lo alto, porque ya no se alimentan de cadáveres, porque ahora necesitan carne viva y sangre caliente, porque ya no les basta con lo que encuentran en la carretera, y ahora se han convertido en cazadores. Sólo puedo llorar, sin importarme el hacer ruido, porque ellos ya saben que estoy aquí. Mientras me agarro al asidero de la guantera e intento mover inútilmente mis piernas muertas, los escucho al otro lado del coche, arañando y gorgoteando, y creo que estoy dándome cuenta de que todo ha llegado al final.
Ya están aquí.

FIN

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